El 24 de diciembre y casi ya de noche, llegamos al camping Bacchus en Lavrio, unos 60 kms. al sur de Atenas donde queremos pasar la nochebuena tranquilamente.
Después de pasarnos el día entre el Carglass y el viaje, estamos bastante cansados pero es un día especial y hay que apechugar así que nos ponemos las pilas, vaciamos aguas, cargamos depósitos y nos enchufamos en nuestra parcela.
Primera sorpresa, el camping tiene WIFI pero la señal no llega hasta donde estamos aparcados y nuestro router 3G tampoco tiene suficiente señal aquí. Como hoy queremos ver a la familia si o si, nos toca abrigarnos, coger el portátil y sentarnos en las mesas que hay en una pequeña terracita frente a la recepción del camping donde si llega el WIFI y nos permite una conexión decente por Skype. ¿Os he dicho ya que hacia un día de perros con frio y lluvia? Por lo menos la terracita estaba cubierta.
Hacemos la conexión, vemos a nuestras familias y después de mucha nostalgia, alguna lagrimilla y quedarnos pajaritos porque hace un frio que pela en la calle, nos metemos en la autoca a celebrar nuestra particular nochebuena griega con una cenita donde nos permitimos algunos pequeños extras a base de queso y jamón que hemos conseguido en el Lidl.
Los pekes están atacados y un poco preocupados porque esta noche viene el Olentzero y no tienen muy claro que vaya a venir hasta Grecia y que nos vaya a encontrar. Les tranquilizamos explicándoles que es mágico pero que de todas formas nos hemos venido a un camping para que le resulte más sencillo encontrarnos.
Terminamos la cena y hago una intentona de cantar en el karaoke del ordenador pero la familia, me invita "amablemente" a dejarlo no sea que Olentzero ande por allí cerca y huya despavorido, je je. Los pekes se van a la cama y nosotros nos quedamos un rato leyendo aunque enseguida nos vamos a la cama que mañana tocara madrugar seguro.

Al parecer el Olentzero nos ha encontrado y sobre la mesa de la sala hay unos cuantos regalos y los pekes, en cuanto abren un ojo y los ven, se levantan inmediatamente y con ellos levantados, todos arriba. Son las 7:15.
Por lo demás el día está bastante pocho. Mientras los pekes juegan yo aprovecho el Wifi del bar del camping para preparar un poco el recorrido de los días siguientes pero como está cerrado me tengo que sentar en la terraza exterior con una mantita de la autoca porque sigue haciendo bastante frio. También aprovecho para charlar un rato con Vladimir, el encargado del camping, y le echo un cable con la configuración de un tablet que le estaba dando guerra.
A la tarde decidimos acercarnos a Lavrio que es el pueblo más cercano al camping, a unos 4 kms. Nos llevamos una grata sorpresa al llegar porque resulta que han montado un parque de navidad que tiene una pinta fantástica y, por supuesto, pasamos allí la tarde entre camas elásticas, hinchables y coches de baterías. Esa tarde, siguiendo el consejo de Vladimir, buscamos en Lavrio una franquicia griega llamada Everest (Similar a un Starbucks) donde se pueden conseguir unos cafés para llevar muy buenos y bastante bien de precio. Resulta que esta casi al lado del parque de navidad y podemos disfrutar de una par de capuccinos fantásticos mientras vemos saltar a los pekes.
Al día siguiente repetimos en el parque de navidad y estamos tanto rato que al final, los pekes se hacen amigos de un chaval que anda por allí y juegan con él en los hinchables un buen rato. Elena se está quedando pajarito porque está soplando un viento helado y al final le digo que se vaya para la autoca que está aparcada enfrente y ya me quedo yo con los pekes.
Cuando voy a comprarles el tickect para las camas elásticas, el chico de la taquilla me dice que no me cobra y que corre de su cuenta. La verdad es que hace bastante frio y no hay mucha gente y estamos como en familia. Me acompaña a las camas elásticas y nos ponemos a hablar de todo un poco. Me cuenta que los chavales que andan pululando por el parque son de un campamento de refugiados del ejercito que hay montado cerca de Lavrio. Evidentemente no tienen un duro y les deja montarse en las atracciones cuando no hay gente. El chaval que está jugando con los pekes se llama Harry y es uno de ellos.
Al día siguiente nos despedimos de Vladimir y nos ponemos en marcha hacia Atenas haciendo una parada intermedia para dormir en el pueblo de Varkiza a donde llegamos bien entrada la tarde. Desde allí seguimos al día siguiente por la carretera de la costa entre Varkiza y Atenas y nos paramos en un pueblo llamado Vouliagmeni para que los pekes jueguen un rato en un parque que encontramos allí.
Cuando ya nos vamos de vuelta para la autoca, de repente nos cruzamos con una chica y con su hija y les oímos hablar en castellano. Guau! Hace bastante que no oímos hablar en castellano e inmediatamente nos presentamos y nos ponemos a charlar. Ella se llama Conchi y en cinco minutos damos un repaso a la situación griega, le contamos nuestro proyecto y nos vamos cada uno por nuestro lado después de dejarle nuestro contacto por si quiere echar un vistazo a la web. ¡Qué alegría nos ha dado una cosa tan sencilla!
Esa misma tarde llegamos a Atenas y después de un par de vueltas perdidos, cortesía de la señal de nuestro GPS, nos plantamos en el parking frente a la Acrópolis buscando sitio para aparcar. En la primera vuelta no encontramos nada. Seguramente es demasiado pronto todavía pero en la segunda vuelta, aparco en segunda fila y le pregunto a un chico que está por allí como de guarda y me indica que le siga.
Se acerca a un coche, se monta, lo saca y nos deja libre el sitio para aparcar. Nos cobra 10€ y se los pago gustoso porque vamos a pasar 2 noches aquí con unas vistas inmejorables. Al día siguiente vamos visitar la Acrópolis y a pesar de ser un lunes por la mañana, hay un montón de gente. Está claro que es un destino turístico de primer orden y no quiero ni pensar como estará esto en agosto.
La acrópolis y todo el entorno nos gusta pero lo que nos impresiona de verdad son las vistas sobre Atenas desde allí que son espectaculares. No nos habíamos enterado bien y nos decepcionamos bastante cuando nos dicen que de la estatua de Atenea solo se puede ver una reproducción en el museo arqueológico y que la original desapareció hace siglos. Tampoco podemos acceder al interior del Partenón porque está de reparaciones o sea que nos quedamos un poco a medias.
Al salir nos vamos paseando hasta la Plaza Sintagma para ver el ambiente navideño. Cuando llegamos hay un grupo de chicos y chicas haciendo un espectaculo callejero de baile, break dance y acrobacias muy chulo y nos quedamos un rato a disfrutarlo. En un extremo de la plaza hay un Everest como el de Lavrio y aprovechamos para comprar un par de capuccinos y sentarnos en un banco a descansar que llevamos un buen rato andando.
Despues de un rato descansando y tomando el cafecito mientras los pekes juegan, nos ponemos en marcha otra vez y nos acercamos hasta el edificio del parlamente Griego que esta enfrente . Allí podemos ver a la guardia haciendo el paseíllo típico. ¡Vaya curro estar haciendo eso todo el día!
Acabamos el paseo internándonos en el gran parque que hay al lado del parlamento y recorriéndolo de arriba abajo hasta terminar en un área de columpios donde finiquitamos la jornada con los pekes corriendo un rato por allí hasta que nos vamos porque ya se hace de noche.
¡Vaya día! Estamos machacados y mañana es nochevieja.
Reculamos y seguimos hacia el centro de la ciudad y buscamos una alternativa cerca del puerto deportivo que cuando llegamos tiene bastante buena pinta. Aparcamos y damos un paseíto por la zona a para estirar las piernas y ver un poco el entorno. Lo primero que recorremos es la propia marina y en la parte de atrás, escondida de la vista desde la carretera, vemos que hay una autocaravana griega. Seguimos el paseo pero ya tenemos claro que vamos a meter la autoca en la marina para dormir cerca de la otra porque parece un sitio seguro y muy tranquilo.
Noche supertranquila y en marcha hacia Nafplio en el extremo norte del golfo Argólico a donde llegamos casi al mediodía con un tiempo fantástico. La primera vista que tenemos de Nafplio nos deja flipados porque el parking donde nos vamos a quedar a dormir está a los pies del fuerte Palamidi que nos vigila desde lo alto y justo encima de una pequeña playa de cantos con un agua turquesa increíble.
El fuerte está muy bien conservado y lo pasamos genial salseando aquí y allá con los pekes pero lo que de verdad merece la pena son las vistas sobre Nafplio que son sencillamente impresionantes. Hay que reconocer que el día también ayuda con un cielo azul de invierno para no olvidar.
Al día siguiente mientras los pekes dan clase con Elena, me bajo al pueblo a dar una vuelta y resulta que bastante cerca de donde estamos aparcados hay un parque infantil de navidad con autos de choque, camas elásticas y ese tipo de cosas. No sabíamos si por aquí tendrían también esa costumbre y es fantástico comprobar que sí. Los pekes se ponen muy contentos cuando se lo cuento y en cuanto terminan las clases bajamos a visitarlo. Aparte de las atracciones normales al fondo del parque hay un señor que tiene coches a baterías y por 3 euros pueden montarse los dos durante 10 minutos y corretear por allí. Lo prueban y se lo pasan teta así que no nos queda más remedio que repetir.
Después de un buen rato en los coches, recorremos todo el parque de vuelta y en el otro extremo hay una especie de mercadillo navideño que parece hecho por los chavales del instituto local. Cada clase tiene su puestito y venden las cosas que han fabricado. En algunos hay artesanía, en otros pasteles, adornos navideños y otro montón de cosas. El mercadillo está amenizado con música tradicional griega en directo y nos quedamos un rato a escucharla disfrutando del ambientillo prenavideño.
Por la mañana desayunamos tranquilamente y nos ponemos en marcha. De camino paramos en el pueblo para recoger la ropa. Elena le echa un vistazo y aunque está limpia y seca, no tiene olorcito rico como dice ella. Como suele pasar, es el sitio más caro donde hemos lavado la ropa hasta el momento y donde peor la han dejado. Sin más historia organizamos la ropa en el armario y salimos ya para Korinthos donde tenemos cita el día 23 a la mañana para cambiar el cristal de la autoca. ¡Nafplio es uno de los sitios que más nos han gustado pero ahora el canal de Korinthos nos espera! 


Aprovechamos que hemos aparcado al lado de la cafetería y que tienen WIFI para acercarnos a por el portátil y hacer una conexión de Skype con la familia y ponerles al día de nuestras andanzas.
Al día siguiente nos ponemos en ruta hacia Methoni, en el extremo suroeste del Peloponeso. Es muy conocido por el enorme fuerte en ruinas que tiene en el extremo de una pequeña península que sale del pueblo hacia el sur. Llegamos sin problemas y encontramos un pequeño parking al lado de la playa a 200 mts. del fuerte y del resto del pueblo. Un sitio fantástico para pasar una noche tranquila.
Como hemos llegado pronto, nos vamos a visitar el fuerte antes de comer. La entrada es como un pequeño puente de piedra de unos treinta metros de largo que cruza sobre un foso enorme. Después de recorrer un trecho siguiendo la línea de la muralla, se accede ya al interior del fuerte que es una gran explanada donde en su tiempo estaba la ciudadela protegida.
La recorremos siguiendo una sendero hacia el fondo y los pekes pueden moverse a sus anchas subiendo y bajando por donde quieren. En un momento dado, deciden irse por un camino paralelo al nuestro y se quedan atrás jugando a sus cosas. Nosotros seguimos hacia adelante pero al poco rato oímos llorar a Unai. Los tenemos ubicados aunque no los vemos desde donde estamos porque la hierba está muy crecida así que me retraso a buscarles a ver qué pasa.
Cuando me voy acercando veo que hay una señora cogiendo plantas en una bolsa. Lleva un pequeño cuchillo en la mano que usa para cortarlas pero, al parecer, los pekes al verla, se han asustado y han querido dar la vuelta e ir por el otro camino pero se han despistado y Unai se ha puesto nervioso. Los veo al fondo con Unai llorando a moco tendido, mientras la señora, que ya me ha visto, les habla intentando explicarles que ya voy e Iker intenta tranquilizar a su hermano haciéndole unos mimos.
Ya todos juntos llegamos hasta el fondo de la zona amurallada y pasamos a la pequeña isla comunicada con tierra por un puente de piedra. Esta isla alberga la torre octogonal que cierra la península por el sur y que se usaba como prisión y torre de vigilancia en su tiempo. Es una chulada y aunque no se puede subir hasta arriba, nos vamos satisfechos con la visita.
Después de comer y de dar clase damos una vueltita por el pueblo y acabamos en una cafetería porque ya es de noche y no está para andar por la calle. El sitio esta genial y tiene una mesa de billar. Los pekes quieren probarla pero está ocupada. Al rato se queda libre y vamos a echar una partidita con ellos. Acostumbrados a los billares que conocíamos, buscamos donde hay que echar el dinero pero resulta que este es gratis. Es como un servicio más del bar. ¡Qué bueno!
Al día siguiente salimos hacia Koroni, un pueblo en el otro extremo de la península en la que nos encontramos. Hoy me he levantado un poco "plof" sin ninguna razón aparente y lo comento con Elena por el camino.
Esto que estando en casa es algo trivial, estando en Grecia ya no lo es tanto y tenemos que ver como lo solucionamos. De momento llegamos a Koroni y encontramos aparcamiento en el fondo del puerto. Hoy nos quedaremos aquí a pasar la noche.
Aunque estamos un poco preocupados hasta que sepamos cómo solucionar el tema del cristal, intentamos sustraernos y nos vamos de visita con los pekes al fuerte de Koroni aprovechando que hace bueno. Está en bastante mal estado y la visita no da para mucho así que volvemos a la autoca para comer. Yo me voy a dar una vuelta por el pueblo y veo una oficina de seguros y aprovecho para entrar y explicarles lo que nos ha pasado. No me pueden ayudar demasiado pero me consiguen el teléfono de Allianz en Kalamata y con esa información me voy para la autoca.
Sé que esto va a ser complicado porque hablar inglés con alguien que tienes delante es bastante más sencillo que hacerlo por teléfono pero como no queda más remedio me pongo a la faena y después de un par de vueltas acabo hablando con alguien en Allianz Atenas que me da a entender que ellos directamente no pueden hacer nada y que tienen que enviarle la autorización desde España.
Hablamos con nuestro agente de seguros en España y abrimos el siniestro pero vemos que lo más rápido va a ser cambiar el cristal en un Carglass griego pagando nosotros y reclamar después el dinero a la compañía y eso hacemos. El Carglass que nos queda mejor en la ruta es el de Khorintos y allí pedimos la cita por Internet para el día 23 de diciembre que es lo más pronto que podemos conseguir.
Mientras tanto nos quedamos en Koroni otra noche y en uno de los paseos para comprar pan, me fijo en una consulta de odontología que está muy cerca de donde estamos aparcados y se lo comento a Elena porque Unai tiene uno de los dientes que no se le acaba de caer mientras el nuevo está ya saliendo y nos gustaría que un dentista le echara un vistazo. Me acerco a ver si es posible y la chica que me atiende me dice que pasemos a las 14:30. ¡Perfecto!
Diez minutos antes, allí estamos puntuales toda la familia. Con Unai bastante nervioso y después de esperar un ratito pasamos. Son dos dentistas, la chica se llama María Helena y no conseguimos enterarnos del nombre de su compañero. En cuanto ven el diente nos dicen que sí que hay que quitarlo para que no moleste al nuevo que está saliendo. Cuando se lo digo a Unai, la idea no le gusta nada pero el trato que nos están dando es increíble y a pesar entendernos justito en inglés, controlan perfectamente la situación y consiguen que Unai este bastante tranquilo hasta que finalmente le quitan el diente casi sin que se entere y sin necesidad de anestesia. Como en consultorio está bastante cerca de donde estamos aparcados, nos preguntan por la autocaravana y les contamos por encima nuestra aventura y resulta que desde siempre también ha sido uno de sus sueños.
Cuando vamos a pagarles no nos quieren cobrar y eso que han estado más de media hora con Unai. Al final nos vamos de la consulta felices y pensando en cómo agradecérselo y al día siguiente vamos a una pastelería del pueblo, compramos una tarta y nos acercamos a llevársela aprovechando para despedirnos. !Que grandes personas nos estamos encontrando!
Esta vez sí. Llegamos y efectivamente está abierto y además tiene una pinta estupenda a diferencia de los camping que estamos encontrando abiertos en estas fechas que están bastante dejados. Estamos prácticamente solos así que nos colocamos en una parcela frente al mar y nos ponemos en marcha para realizar toda la intendencia pendiente que dejamos ventilada a lo largo del día.
El segundo día aprovechamos para ir a Pirgos que es la ciudad grande más cercana a hacer algunas compras de navidad y como acabamos pronto, nos acercamos hasta Olympia que queda a poco menos de 20 Kms.
Los restos de la antigua ciudad olímpica están desperdigados por una extensión bastante grande de terreno y vamos paseando entre las piedras tranquilamente con los pekes trepando a todo lo que pillan. Creíamos que estábamos solos pero a mitad de camino nos encontramos con un grupo de personas sentadas en unas rocas charlando y cuando nos acercamos, uno de ellos nos grita algo pero no le entendemos y seguimos adelante.
Al poco rato vuelve a la carga y otra vez nos grita algo pero como ve que no nos damos por enterados, al final se nos acerca una chica y nos dice en inglés, señalando a los pekes, que no se puede subir a las piedras. Parece que todo el grupo que estaba charlando eran los guardas del area.
Hay muchas zonas acordonadas y por supuesto las respetamos pero en el resto de las zonas los pekes van andando libremente por donde les apetece subiendo y bajando de las rocas, rocas exactamente iguales que en las que los propios guardas están sentados. A nosotros no nos parecía que estuvieran haciendo algo malo pero entendemos que las normas son las normas y no les permitimos subir más aunque de todas formas no se deben fiar mucho de nosotros porque la chica que ha venido a decirnos que no se puede subir, nos sigue durante todo el recorrido a una distancia prudencial pero sin perdernos de vista, por si acaso. ¡Somos peligrosos delincuentes anti patrimonio!
De todo lo que podemos ver, lo que más nos impresiona es el templo de Zeus y sobre todo el estadio porque casi puedes imaginarte a los atletas saliendo por el túnel y saludando al público.
Salimos de la zona arqueológica y damos un paseíto por el pueblo y en una de las tiendas de la calle principal sale una señora y nos empieza a contar la historia de que su hermano ha llevado el primer relevo de la antorcha olímpica (que sale desde Olympia) en dos ocasiones y nos enseña fotos y demás parafernalia. Al final saca una antorcha que por lo menos se parece a la olímpica y nos la deja para hacernos una foto. Aunque no nos pide nada, por supuesto que aprovecha para enseñarnos el muestrario de joyería artesana en plata que venden en la tienda, muy bonita por cierto.
Al día siguiente nos acercamos a otro pueblo llamado Vartholomio que queda cerca del camping para comprar el pan y de paso conocerlo. Encontramos una panadería cerca de donde hemos aparcado y la chica que la atiende habla un poco de inglés y después de preguntar de dónde venimos, nos enrollamos un rato hablando de la situación en Grecia que es un tema recurrente en cuanto empiezas a hablar con cualquiera por aquí.
Buscamos un bar y en la plaza hay un par de ellos así que nos decidimos por uno y nos pedimos nuestro capuccinos y cuando nos los traen, a los pekes les traen un sandwich de jamón york con tomate calentito cortado por la mitad. Pienso que vaya leche nos van a meter pero enseguida me arrepiento de ser tan malpensado porque solo nos cobran los cafés y encima bastante baratos comparados con los precios que nos estamos encontrando en Grecia. Si es que donde estén los pueblos pequeños…
Llegamos al pueblo a media tarde y aunque no nos vamos a quedar en él, tomamos nota mental de un par de panaderías y un enorme fuerte que se alza sobre una colina dominando toda la zona. Desde abajo tiene una pinta fantástica y seguramente vendremos a verlo mañana o pasado. Desde el pueblo todavía quedan unos pocos kilómetros descendiendo hacia el mar que recorremos enseguida y en diez minutos nos plantamos en el parking de la playa.
Es un parking de tierra tras una banda de pequeñas dunas costeras. Aunque el día está despejado, el viento pega fuerte y hace frio así que aparcamos en una esquina donde los árboles y los cañaverales nos dan un poco de resguardo. No hay problema para elegir sitio por que sitio porque estamos solos.
La tarde va avanzando y si queremos conocer un poco la zona, tenemos que salir ya o se nos hará de noche así que nos abrigamos bien y nos ponemos en marcha. Realmente lo único que podemos hacer es recorrer la playa que se pierde de vista tanto hacia el norte como hacia el sur. Nos decidimos por el sur porque al fondo se aprecian algunas construcciones y así curioseamos un poco por allí.
Llegamos un poco más adelante pero nos damos la vuelta enseguida porque sigue refrescando, el viento arrecia y encima a la vuelta lo tenemos de cara.
Lo primero que nos encontramos, o mejor dicho, los primeros que nos encuentran a nosotros es una camada de cachorritos de perro que vienen hacia nosotros y nos rodean jugando. Detrás viene la madre y me pongo en guardia porque se supone que las hembras siempre van a proteger a sus crías pero en este caso se queda tan ricamente a nuestro alrededor como los cachorros.
El resto del fuerte y la pequeña sala de exposición están bien pero no dan para mucho más y enseguida estamos en el patio central jugando otra vez con los cachorros. La mayoría se han desperdigado por ahí pero hay uno de ellos que se ha quedado con nosotros. Es el más blanco y tiene una mirada de bicho travieso increíble. Los pekes ya le han cogido confianza y lo cogen y todo.
A la salida del fuerte se reagrupan todos otra vez y aprovechamos para darles unas galletillas que llevábamos en la mochila. Se las zampan en un pispas, les hacemos unos arrumacos y nos siguen camino abajo hasta que su madre les llama al orden con un ladrido y se vuelven. ¡Que buen rato hemos pasado!
Pensábamos que era otra cosa pero al final resulta que el sitio es una especie de aparcamiento-rotonda al final de una carretera sin salida al pie de las dunas de la playa. No es que sea un sitio fantástico pero no nos apetece movernos para buscar otra cosa y nos quedamos allí que para pasar una noche ya nos vale.
A la tarde bajamos a la playa a dar otro paseíto pero la verdad es que sigue haciendo bastante frio y tenemos que abrigarnos bien. Recorremos otro tramo de la playa más al sur pero no nos entretenemos mucho antes de darnos la vuelta y volver para meternos en la autoca que apetece.
. ¡Increible!
Cuando nos cansamos de jugar volvemos hacia la zona del hotel pero dando un rodeo por la parte trasera que es donde está el puerto y la marina de Messolongi con algunos bares y cafeterías. El sol se está poniendo ya y el espectáculo es grandioso y nos quedamos a disfrutarlo a conciencia.
Ya sin sol pero aprovechando la luz que todavía queda, acabamos de recorrer todo el paseo hasta llegar a la autoca y vemos que justo detrás nuestro ha aparcado un coche que por alguna razón no me gusta y le digo a Elena que nos vamos a mover al otro lado, a la zona del puerto que para pasar la noche me gusta más. Probablemente no sea nada pero estamos aprendiendo a fiarnos de nuestras sensaciones y por si acaso...
Al día siguiente salimos de Messolongi con intención de entrar ya en el Peloponeso a través del impresionante puente colgante que une las dos orillas del golfo de corinto y permite llegar a la ciudad de Patras. Aunque cada vez que me acerco a un puente de estos me pongo nervioso pensando en el viento, hoy la verdad es que no sopla nada y lo cruzamos tranquilamente y sin despeinarnos. Paramos en Patras para hacer unas compras pero enseguida dejamos la ciudad y nos ponemos rumbo a nuestro punto de pernocta.
Nuestra idea es llegar hasta un área que tenemos documentada cerca de Araxos, en un pueblecito llamado Kalogria. Cuando ya nos quedan pocos kilómetros para llegar, el paisaje cambia y se convierte en una enorme llanura verde sin muchos signos de civilización, con bosques de pinos a los lados de la carretera, vacas pastando cada poco trecho y una sensación de haber cambiado de planeta. Es como si estuviéramos en un sitio completamente distinto al que estábamos viendo hasta hace unos minutos.
Efectivamente, siguiendo la carretera llegamos enseguida y nos quedamos alucinados. Imaginaros: Un cielo azul intenso de media tarde, un parking de tierra frente a la playa completamente vacío, una enorme playa de arena fina cortada a unos trescientos metros por una cresta rocosa y como guinda, unas enormes dunas que trepan hacia el monte al fondo de la playa. ¡Impresionante!
Elena y yo nos quedamos un rato mirando el cuadro como embobados mientras los pekes, que para estas cosas son más practicos, corren hacia la orilla sin fijarse mucho en todo lo demás. ¡Que atracción por el agua, por dios! Al poco rato vamos tras ellos y nos quedamos por allí mientras ellos juegan un rato en unas pequeñas islas que se han formado en la orilla. Cuando ya se han aburrido de saltar de isla en isla, les decimos que miren hacia el fondo y en cuanto ven las dunas, salen corriendo como locos hacia ellas. ¡Cuánta energía concentrada!
Llegamos tras ellos a nuestro paso y las dunas están preciosas, iluminadas por un sol que está ya cayendo. Los pekes disfrutan de lo lindo subiendo, bajando, rodando, saltando… Vemos que no queda mucho para que se ponga el sol y Elena y yo decidimos subir hasta arriba de la duna para verlo. Es un momento realmente mágico aunque en cuanto el sol desaparece, nos tenemos que mover porque la temperatura cae en picado y no estamos muy abrigados. Los pekes se lo están pasando tan bien que nos cuesta horrores sacarles de allí y al final tenemos que prometerles que al día siguiente volveremos por la mañana para pasar otro rato en las dunas.
De vuelta a la autoca hay que hacer limpieza general antes de entrar porque tenemos arena hasta en las orejas y como vamos a comer aquí, los pekes se quedan un rato jugando en la zona de arena frente a la autoca hasta que la comida esté lista. Yo aprovecho y me voy paseando hasta el otro extremo de la playa porque desde arriba de la
Resulta que siguiendo la playa más o menos a un kilómetro hacia el sur, hay un enorme parking de tierra de un restaurante que ahora está cerrado, con dos autocas aparcadas. Me quedo un rato a hablar con un jubilado alemán de una de las autocas y me cuenta que ahora dejan estar pero que cuando el restaurante está abierto, enseguida llaman a la policía para desalojarlo. Una pena porque el sitio está genial y si lo hubiéramos encontrado ayer, nos hubiéramos quedado aquí a dormir con algo de compañía.
Para llegar hasta la isla hay que pasar por una carretera que la une con el continente con una especie de laguna marítima a los lados que hoy esta como un plato y refleja todo como un espejo. Unas imágenes espectaculares.
También hay que pasar por una especie de puente flotante al que no se les ha ocurrido otra cosa que ponerle el firme con barritas transversales y por muy despacio que pases, parece que se nos va a desmontar la autoca. Menos mal que son solo cien metros.
Al final llegamos a Nidri y como no sabemos muy bien donde nos vamos a poder quedar, nos dejamos llevar y acabamos en el puerto aparcados cerca de los ferrys que salen desde aquí en dirección a las islas. También están atracados los enormes yates que en verano llevan a la gente a pasar el día entre las islas. Tienen unos toboganes impresionantes desde los que lanzarse al mar.
Nuestro paseo por el puerto coincide con la salida de uno de los ferrys y los pekes consiguen arrancarle un saludo al operador de la puerta de embarque gritando desde la orilla. ¡Se están soltando bastante últimamente!
Después nos movemos a la calle principal para conocerla y de paso hacer unas compras y encontramos una pastelería donde podemos comprar unas pizzas de ración y ademas tienen una especie de donuts-rosquillas que les encantan a los pekes. ¡A almorzar tocan! Paseamos un rato más hasta el final de la calle y volvemos para comer.
Al día siguiente volvemos al continente y nos ponemos camino de Mitikas, un pueblito costero al que llegamos poco antes del mediodía. Hace bueno pero el viento es fresquito y nos abrigamos para salir a pasear por el pueblo. Es impresionante como las casas llegan prácticamente hasta el mar aunque dejan unos pequeños pasillos para que pueda pasar la gente que quiera pasar desde la calle trasera.
Recorremos por el exterior casi toda la línea costera del pueblo que no es mucha y cuando volvemos nos damos de bruces con un campo de futbol que es el patio del colegio del pueblo. Como es sábado no hay nadie pero está abierto y entramos y echamos un partidillo. Hay que aprovechar todas las oportunidades que no sabemos cuándo encontraremos el siguiente campo. Esta vez hasta Elena participa, se pone de portera y nosotros a marcarle goles.
Estamos a mitad de partido cuando unos señores que llevan un rato junto a un coche al lado del campo, nos llaman y al ver que no hablamos griego se cortan un poco pero se les ve bastante desesperados y nos explican por señas que la puerta del conductor del coche no les abre y que la que pueden abrir que es la del copiloto, como el coche está muy pegado a la pared, solo se abre un poco y ellos no pueden entrar para abrir la otra desde dentro. Me dicen a ver si alguno de los pekes podría ayudarles.
ue sí. Con cuidado se mete en el coche por la pequeña apertura de la puerta y lo abre siguiendo nuestras indicaciones desde fuera. Los dos señores y una señora mayor que iba con ellos le aplauden, le felicitan y le dan la mano. ¡Héroe por un rato!
El pueblo se llama Astakos y está en el fondo de una gran bahía, guardada por unas peñas impresionantes. Aparcamos cerca del puerto pesquero y mientras los pekes juegan un rato y Elena prepara la comida, hago mi paseo de reconocimiento y resulta que el pueblo es muy bonito con un enorme paseo marítimo, un parque precioso enfrente y unas instalaciones deportivas que incluyen un campo de futbol de hierba artificial abierto. Un sitio fantástico para quedarnos a pasar el día.
Después de comer nos vamos al campo de futbol y echamos otro fantástico partido en el campo de hierba. ¡Me ganan por 20 a 18, vaya soba que nos hemos metido! Ya empieza a anochecer y viene Elena a buscarnos después de haberse dado un paseo tranquila sacando fotos. Nos volvemos para la autoca y damos una vuelta por el pueblo y nos metemos en una cafetería del puerto que tiene una zona con calefacción donde se está goxo-goxo.

Justo antes de salir hacia nuestro siguiente destino, se nos antoja un cafecito y me acerco a una especie de "tienda de todo" que tenemos enfrente y efectivamente la chica me dice que sí que prepara cafés para llevar y nos prepara dos "capuccino fredo" increíbles por un eurito cada uno. Nos sorprende el precio porque en Grecia nos está costando encontrar sitios donde tomar un café por menos de 2 euros. ¡Qué bueno estaba!
Nos llama la atención en nuestro recorrido que por todas las carreteras griegas nos hemos encontrado en los arcenes, con representaciones en pequeño de iglesias o ermitas con velas e imagenes de santos en su interior. Por lo que hemos leido son recordatorios de personas accidentadas. Curioso.
Llegamos poco antes del mediodía a Parga y recorriendo su calle principal, nos parece un pueblo costero normalito pero cuando bajamos hasta el puerto, nos quedamos flipados. El puerto no es muy grande pero suficiente y las aguas son increíblemente trasparentes. De verdad que daban ganas de ponerse en bañador y tirarse de cabeza a bucear de lo precioso que se veía el fondo desde la dársena central.
La bahía que forma el puerto y el paseo marítimo y desde la que crece el pueblo remontando la ladera, tiene una pequeña isla central a menos de 200mts. con un embarcadero y una diminuta ermita al lado. El cuadro es bellísimo y Elena se queda prendada y con ganas de ir a la isla. Imagino que en verano habrá un montón de barcos que te lleven, pero ahora me temo que no.
Allá que vamos y enseguida encontramos la subida que se empina sin piedad entre casas, tiendas y restaurantes hasta que llegamos a la entrada, guardada por una puerta de rejas y pinchos que, gracias a dios, está abierta.
Recorremos el fuerte en ruinas y aprovechamos para jugar a caballeros medievales con los pekes pero sobre todo, disfrutamos de las increíbles vistas sobre el pueblo, sobre la bahía y sobre el Jónico en general. Nos resulta muy difícil captar con la cámara la sensación que tenemos mirando desde allí el color verde del agua, con la bahía enmarcándola y la isla en el centro. ¡Una pasada!
Imagino que el día espectacular que hace con 18 graditos al mediodía y un cielo limpio y azul, ayuda también para que nos parezca precioso, pero este pueblo merece realmente una visita. (También hay que decir que acabamos de empezar nuestro recorrido por Grecia y a lo mejor después flipamos tanto que esto nos parece normalito. ¡Ojala!)
Hoy teníamos pensado llegar hasta Ammoudia, otro pueblo costero más al sur para ir haciendo kilómetros así que nos ponemos en marcha y en un rato nos plantamos allí. El sitio que tenía marcado en el GPS es una arboleda frente a la playa que en estas fechas está vacía como de costumbre. Parece un sitio muy tranquilo y agradable para pasar la noche así que paramos y Elena se lía con la comida que ya es un poco tarde. Hay días que nos liamos un poco con el recorrido y acabamos comiendo a las 4 y hoy es uno de esos días.
Mientras, aprovecho y me voy andando hasta el otro extremo de la playa y encuentro un sitio genial para pasar la noche que está más cerca del centro del pueblo, del canal de salida y del espigón y que no se veía desde la arboleda. Además hay otra autoca aparcada. Vuelvo y se lo cuento a Elena y decidimos que ya nos moveremos después de comer (Aunque me arruga un poco el morro, ya se ha acostumbrado a que soy un poco maniático con el sitio de aparcamiento y me deja hacer, je, je)
Terminamos y nos movemos al otro sitio que realmente está mejor y justo-justo nos da tiempo a dar un pequeño paseo por el espigon antes de que se ponga el sol. Bueno, el paseo lo damos nosotros porque los pekes aprovechan para practicar su deporte favorito: saltar de roca en roca, y como se recorren el espigón entero de esa guisa, para cuando llegan al final se nos ha ido la luz y nos tenemos que volver porque empieza a hacer bastante frio y hay muchos mosquitos (estamos al lado de una especie de ría con bastante vegetación en los márgenes).
A la mañana siguiente quiero buscar un sitio para comprar pan antes de salir pero no veo ninguna tienda en la zona donde estamos. Entro en la única cafetería que veo abierta y resulta que está atendida por una señora mayor que no entiende ni papa de inglés. Le hago el gesto de escribir y me deja un papel y un boli y le dibujo una barra de pan digna de una partida de pictionary.
Desayunamos tranquilamente y nos vamos a buscar nuestra segunda opción. Un parking que se supone está al otro lado de Igoumenitsa en la zona de Drepano's Beach. Atravesamos toda la calle principal, frente al puerto y vemos que está plagada de bancos y de cafeterías y hay muchísimo movimiento de gente.
A unos 100 mts. hay un camping (Camping Drepano) pero en estas fechas está cerrado. Como ya casi es la hora de comer, nos aparcamos en la puerta del Camping y mientras Elena prepara la comida, yo me voy a dar una vuelta por los alrededores a ver si veo alguna posibilidad de enchufarnos o coger agua.
Ya voy a volverme para la autoca cuando aparece un señor al lado de la roulotte y me hace señas para que me acerque. No habla inglés pero por señas le explico que queremos acampar pero el camping está cerrado e intento preguntarle como ha hecho él para enchufarse.
Hablan algo entre ellos y como el chico habla algo de inglés, le explico que si podemos quedarnos y me dice que si, que no hay problema y nos abre la puerta exterior. Todavía no puedo creérmelo y corro a la autoca donde Elena está acabando de preparar la comida y le digo que lo recoja todo que nos movemos. Lo asegura todo como puede y en cinco minutos hemos pasado de estar en la calle a estar en nuestra parcela del camping frente a la playa, enchufados, con WIFI y por 11,00€/día. ¡Los ángeles existen!
Comemos ya más tranquilos y comprobamos que se nos había olvidado pedir el SIM de comunicaciones para tener Internet en Grecia a través de nuestro Router GOODSPEED y aprovecho que tenemos WIFI y que estamos en el camping para gestionar el pedido y poner como dirección de envío la del propio camping. Aunque nos lo mandan por correo express, con un fin de semana de por medio, van a ser cinco o seis días de espera y nos mentalizamos de que nos toca quedarnos aquí hasta que llegue.
El tiempo nos está acompañando y disfrutamos de nuestra estancia en el camping. Igoumenitsa está a unos 5 kms. y casi todos los días vamos un rato para conocerlo, hacer la compra, ir al parque con los pekes, tomar un cafecito o simplemente pasear por el puerto.
Se me ocurre que quizá en alguno de los hoteles que hay en la ciudad tendrán servicio de lavandería y al día siguiente vamos a preguntar a uno de ellos. El hotel no tiene pero me indican que a un par de calles del hotel hay una. La encontramos fácilmente pero es una lavandería en seco. Les pregunto si podemos hacer una colada y resulta que por 10€, nos hacen lavadora y secadora completa. ¡Aleluya!
Le contamos a Pano que estamos pendientes de recibir un paquete de Finlandia con el SIM de comunicaciones y nos comenta que tiene un amigo en correos y que ya le va a preguntar. El primer día que pregunta no ha llegado el paquete pero al día siguiente viene a la autoca con el sobre en la mano. ¡Qué persona tan fantástica! No sabemos cómo agradecérselo porque creo que a nosotros nos hubiera costado bastante hacernos entender en correos para recoger un paquete que seguramente tendrían pendiente de repartir los carteros y hubiéramos tardado 2 ó 3 días más en recibirlo.
En estos días en el camping hemos disfrutado de unos atardeceres increíbles frente a la autoca, hemos jugado y compartido nuestra comida con Ringo, un perrito que vive en el camping y que nos viene a saludar cada mañana en cuanto nos oye salir afuera, hemos jugado a futbol en las canchas de tenis del camping, hemos paseado por la playa y hemos hecho otro montón de cosas sencillas de las que hemos disfrutado muchísimo.
Pero ahora toca seguir y con la despensa y los depósitos llenos y una gran pena en el corazón por despedirnos de Pano y de Ringo, nos ponemos en marcha hacia el sur.











