Es domingo por la mañana. Nos levantamos temprano y hacemos la última consulta de la meteo para los siguientes tres días sabiendo que en Montenegro y Albania no vamos a disponer de Internet y tampoco vamos a tener mucho tiempo para andar buscando WIFIs.
La meteo nos confirma lo que ya vimos ayer y seguimos con el plan previsto. Un desayuno y fregoteo rapidito, recogida de cables y nos ponemos en marcha.
Aunque el GPS y el Google Maps nos mandan por la ruta del interior, hablando ayer con los chicos del concesionario de Volkswagen, me recomendaron ir por la costa, porque, según ellos, es mejor carretera y además no es tan alta. La ruta del interior sube hasta los 900 mts. y no me hace ninguna ilusión subir tan alto en estas fechas y la verdad es que prefiero fiarme de la gente de la zona así que tranquilitos y por la costa.

Salimos desde Kupari y tengo marcada en el GPS una gasolinera que nos pilla de paso para llenar Gasoil y GPL antes de pasar a Montenegro pero cuanto llegamos está cerrada. ¡No habíamos pensado que era domingo y algunas gasolineras no trabajan! Tenemos de sobra para hacer 200 Kms. pero prefería empezar el viaje con los depósitos llenos. Sobre todo me preocupaba el GPL porque no sé si en Montengro y Albania podremos llenarlos.
Llegamos a la frontera y mientras esperamos a que termine sus gestiones el coche que nos precede, se nos acerca uno de los guardias sonriente y nos saluda con un perfecto, "Hola, buenos días".
Nos quedamos un poco alucinados y le respondemos encantados e iniciamos una conversación en perfecto castellano donde nos pregunta por nuestro viaje y nos cuenta que es alemán y que conoce España y las típicas cosas que se dicen en estos casos.

El coche de delante ha terminado y nos toca ya a nosotros. Nos piden la documentación y cuando le doy los cuatro DNIs me mira como preguntando donde están los otros dos que no se ven. Su compañero (el que hablaba español) le indica que están dentro de la autoca y suben a echar un vistazo. Los pekes les saludan mientras ven su película y sin más contratiempos estamos en Montenegro.
Mis dudas con el tema del gas se despejan enseguida porque a los poco Kilómetros de pasar la frontera Croata con Montenergro encontramos una gasolinera que tiene GPL y más barato que en Croacia. Llenamos todo y ya me voy más tranquilo.

La singladura por Montenegro incluye un pequeño trayecto en Ferry entre los pueblos de Kamenari y Lepetane que te ahorra una vuelta de 30 Kms. rodeando toda la bahía. En otra ocasión seguramente preferiríamos hacer la vuelta pero ahora queremos ir lo más rápido posible. Todo el trayecto costero tanto antes, como después del ferry nos parece precioso y al estar en muchas ocasiones, a una altura considerable, nos ofrece imágenes increíbles del Adriático que yo no puedo disfrutar demasiado.
El trozo que más me preocupaba para hoy, es la subida desde el nivel del mar hasta 600 mts. que tenemos que hacer desde Petrovac pero aunque el cielo esta nublado, no amenaza lluvia y la temperatura tampoco es como para nevar.
Pasar al otro lado del puerto es como entrar en otro mundo y llegar a Virpazar nos deja alucinados, completamente rodeados de unas montañas oscuras y majestuosas con sus cimas nevadas y de las que no sabemos nada, reflejándose sobre las aguas verdes del lago Skadar. Increíble. Después de ver todo esto, lo que si sabemos ahora es que Montenegro se quedará como una de nuestras asignaturas pendientes.
Hasta el momento la carretera ha sido bastante aceptable pero en cuanto abandonamos la carretera principal para evitar entrar en Podgorica, nos toca hacer casi 15 Kms. por lo que sería aquí una comarcal en bastante mal estado.
Sin más historia llegamos a Tizu, un pueblo a unos 20 Kms. de Podgorica donde aparcamos al lado de una iglesia con el permiso de una de las monjitas que nos encontramos por allí.

Tizu no tiene mucho que ver pero como hemos llegado con algo de tiempo, salimos a conocerlo. El pueblo son tres calles así que en que en 15 minutos está todo visto y aparte de ver nuestra primera mezquita del viaje no hay mucho más. Buscamos una cafetería para sentarnos a tomar algo y encontramos una en la calle principal, cerca de la iglesia.
Nos atiende una señora muy simpática que habla inglés y nos cuenta que se llama Helen, es Serbia, de Belgrado y trabaja aquí desde hace unos años. El bar resulta que además tiene WIFI así que aprovechamos para ver el correo, consultar la meteo y whatsappear un poco.

En Montenegro está permitido fumar en los bares y al principio no nos damos cuenta pero al cabo de un rato Elena empieza a notar el ambiente cargado y en media hora nuestra ropa huele a tabaco que apesta. Es curioso lo rápido que nos olvidamos de las cosas, cuando hace pocos años en España estábamos igual. Apuramos el capuccino y a la autoca que ya hace frio y mañana se prevén bastantes horas de viaje.
Al día siguiente despertamos temprano. Como estamos en un pueblo con mezquita y con iglesia, a las seis te despiertan los altavoces de la mezquita con los cantos de llamada a la oración de la mañana y cuando te has conseguido quedar dormido de nuevo, te despiertan las campanas de la iglesia que no van a ser menos. En fin, que me levanto y me voy a por pan y aprovecho los precios montenegrinos para comprar también unos croissants de chocolate enormes por 0,5€. Desayunamos fuerte y nos ponemos en marcha después de poner una peli para tener a los pekes entretenidos.
Al poco rato estamos ya en la frontera albanesa. El policía que está en la garita está hablando por el móvil, y después de registrar los DNIs y la documentación del Vehículo, nos despacha con un gesto sin hacernos mucho caso. Por lo que nos habían contado, pensábamos que íbamos a tener que pagar algo pero realmente ahora parece que no es así.
Después de todo lo que hemos leído sobre las carreteras de Albania, vamos un poco tensos pero la verdad es que este primer tramo de carretera, parece que la estamos estrenando. Asfalto perfecto y recién pintado con un buen arcén y un buen trazado. Eso sí, lo de carros, ovejas y demás fauna por la carretera, también es verdad.
Sin ser tan buena durante todo el trayecto pero manteniendo unos mínimos llegamos a Durres incluso con un buen trozo de doble carril.
El principal problema por el que hay que estar atento, es que por todo el recorrido, vemos continuamente furgonetas que hacen de taxis colectivos y paran en cualquier momento y lugar y te puedes encontrar una, parada tranquilamente en la carretera por la que vas circulando a 80.
Otro tema que nos hemos encontrado en todo el recorrido es la falta de mantenimiento de las juntas de dilatación de los puentes y viaductos. Igual suena un poco a cachondeo pero es que es inexistente y después de los años que llevarán sin arreglarse ya no son juntas sino que son auténticas zanjas en las que te puedes dejar las ruedas y la suspensión. No es ninguna exageración y los
camioneros que se lo saben frenan hasta pasar a menos de 10 por hora en muchos casos. En concreto en un viaducto que pasamos cerca ya de Durres, había que pasarlo prácticamente en primera y parar en cada junta. ¡Impresionante!
No estamos haciendo demasiado caso del GPS porque hay muchos trozos de carretera nueva que no están y eso que se supone que los mapas son de finales del 2012. Después de una buena panzada de conducir llegamos a Fier. Como no hay circunvalaciones (o nosotros no las encontramos) nos toca atravesar la ciudad a mediodía con el consabido caos circulatorio. Sin embargo lo que más nos llama la atención son los cables eléctricos tendidos entre casas y entre calles. Hay literalmente miles de cables pasando de una casa a otra, de una farola a otra, de balcón a balcón que tejen una autentica tela de araña a cinco metros sobre el suelo. ¡Impresionante! Y esto en las calles principales de la ciudad. No quiero imaginar cómo estarán las otras.
En Fier buscamos una salida dirección Girokaster pero no la vemos y al final acabamos fiándonos del GPS que nos manda por una carretera bastante peor que las que hemos tenido hasta ahora. Hacemos media hora más de camino y como la cosa no mejora, decidimos buscar un sitio para dormir y ya seguiremos mañana.
En medio de la nada encontramos un pequeño restaurante donde podemos aparcar fuera de la carretera y haciendo un poco de mímica con el dueño, le pedimos permiso y nos dice que no hay problema y allí nos quedamos. Después de comer algo, nos acercamos al bar a tomar un cafecito pero no podemos relacionarnos demasiado porque la barrera idiomática es un problema.
Como no tenemos Leks, le pregunto qué cuanto es en Euros y se encoge de hombros como diciendo que yo mismo. Al final le doy 2 euros por los dos cafés y parece más que suficiente por su cara de satisfacción. Imagino que en leks costará la mitad.
Al día siguiente nos levantamos temprano para afrontar nuestra tercera y última jornada de viaje para llegar a Grecia y aunque todavía no lo sabemos, va a ser la peor con diferencia.
La carretera sigue igual y tenemos que buscar una gasolinera que por estos lares no va a ser fácil. Pasamos un par de ellas con una pinta de tener Gasoil del Pleistoceno. Al rato encontramos una que comparada con las anteriores parece nueva pero cuando paramos y preguntamos nos dice que "no credit card" y nos hace un cambio de 100 leks por Euro. Total que hemos pagado en Albania el litro más caro de Gasoil hasta el momento. Mira que hemos pasado en Albania por mogollón de gasolineras enormes y al final cuando la necesitamos de verdad no hay ni una. Suele pasar...
La carretera va empeorando y encima no para de llover. Esto ya es una carretera de montaña en bastante mal estado y para colmo cada pocos kilómetros hay tumbas al lado de la carretera con su lapida, flores y todo. ¡Qué mal rollo!
Seguimos subiendo y la carretera empieza a tener partes que se han derrumbado y las han reparado echando "no se qué negro" directamente sobre la zona derrumbada. Esto empieza a ser cada vez más frecuente y yo empiezo a ponerme nervioso. En algún tramo no está ni parcheado y hay que pasar por el carril contrario viendo el corrimiento de la carretera al lado.
Joder. ¡Esta no puede ser la carretera principal que nos marcaba el mapa! Hacemos casi 25 Kms. así, que nos lleva casi una hora y cuando ya estoy sufriendo pensando en que los 90 kilómetros que nos quedan van a ser iguales, vemos abajo a nuestra derecha una flamante carretera nuevecita a la que, si pudiera, me tiraba desde aquí. No nos queda más remedio que seguir unos pocos kilómetros más por la nuestra pero ya se adivina que vamos a acabar en la otra y por fin bajamos hasta ella y no me lo puedo creer. Me parece que volamos y disfruto de un buen rato de asfalto en condiciones. Primera prueba superada pero todavía nos quedaba la segunda.

La carretera en condiciones se acaba de repente al atravesar un pueblo y lo que sigue parece un tramo en obras que ni se me pasa por la imaginación que sea por donde tenemos que seguir así que me meto en el pueblo pensando que habrá algún desvío por otro sitio pero después de un par de vueltas y de preguntar a los paisanos, me indican que hay que seguir por la carretera en obras. No puedo creerlo.
La carretera, por llamarla de alguna forma, es como una pista forestal de 10 mts. de ancho, hecha un barrizal (lleva desde que hemos salido lloviendo) llena de baches, rodaderas, charcos enormes y encima con un tráfico de la leche. Los mercedes van a toda pastilla (En Albania casi todos los coches son mercedes), pasan con normalidad hasta camiones con doble remolque y la mayoría de la gente nos va adelantando. Está claro que somos unos pardillos y que para ellos, esto es parte de su día a día.
Tenemos que recorrer más de 8 Kms. a 10 por hora hasta que volvemos a pisar asfalto de nuevo y todavía nos queda un buen trecho para llegar a la frontera aunque por lo menos se terminaron las pistas de barro por hoy.
Antes de llegar a la frontera pasamos por 4 o 5 controles policiales que simplemente nos preguntar de donde somos y a donde vamos y nos despachan sin hacernos mucho caso.

Ya en la frontera, nos toca esperar un buen rato porque parece que el trámite de salida no es tan rápido como el de entrada y nos pasamos más de media hora esperando hasta que nos toca el turno. Para colmo, el ordenador se le ha quedado frito y nos toca esperar otro buen rato hasta que lo vuelve a poner en marcha después de algún que otro juramento que no entendemos pero adivinamos. La informática tiene el mismo efecto en todos los países, je, je.
Antes de salir, nos registran toda la autoca, abriendo casi todas las puertas pero sin mirar demasiado. El encargado parece que tiene ganas de verla por dentro y a nosotros tampoco nos importa demasiado así que sube y le enseñamos un poco todo y se va contento a registrar otro coche y nosotros pasamos sin más historia.
En la frontera Griega también nos toca esperar un buen rato porque delante nuestro hay varios coches y con cada uno se toman su tiempo. Cuando llega nuestro turno, sin embargo, nos despachan bastante rápido con cuatro preguntas.
¡Ahhhh!, que gusto da volver a Europa, con sus euros, sus carreteras y sus juntas de dilatación en condiciones, je, je. En pocos momentos uno se siente tan europeo como ahora.
Todavía tenemos un par de horas por carreteras griegas llegar hasta Igoumenitsa pero ya es otra cosa y los últimos 80 Kms. son de autopista. ¡Ayyyy que ganas tenia de una buena autopista que llevarme a las ruedas!
Llegamos a Igoumenitsa sin más contratiempos y vamos derechitos al camping porque tenemos unas ganas locas de una duchita caliente de las de dejar correr el agua pero no podía ser tan fácil y está cerrado.
Sin ganas de dar más vueltas decidimos quedarnos en la puerta a pasar la noche tranquilamente y mañana, pues ya se verá…
¡Por lo menos, estamos en Grecia!
Una pareja francesa con los que estuvimos en el camping de Stobrec, nos pasaron información acerca de un Kamp que en estas fechas está cerrado pero en el que dejan aparcar dentro y por lo menos estamos en un sitio tranquilo así que vamos directos hacia allí.
El día está bastante gris y enseguida se hace de noche pero antes me da tiempo a investigar un poco las instalaciones del Kamp y aunque esté cerrado, podemos coger agua, podemos vaciar, e incluso podemos enchufarnos usando un cable alargador porque en los aseos hay electricidad y enchufes. Eso sí, más solos que la una, pero en estas fechas ya nos hemos acostumbrado y para pasar unos cuantos días sin gastar demasiado esperando el buen tiempo, es el sitio perfecto.
Al día siguiente nos llaman a la puerta de la autoca y resulta que es el dueño del kamp que había ido a revisar algo y al vernos allí nos dice que si queremos que nos abre el armario eléctrico para que podamos enchufarnos sin tener que echar el alargador hasta los aseos. Lo deja abierto y al rato nos enchufarnos pero se le debe haber olvidado activar el circuito y no nos queda más remedio que volver a enchufarnos a los baños. ¡Por lo menos sabemos que nos dejan!
Los días siguientes no tienen mucha historia y como el tiempo es bastante malo, aprovechamos para hacer compra, dar clase, leer, jugar y planificar el salto hasta Grecia que tiene tela porque tenemos que atravesar Montenegro y Albania y no tenemos demasiada información.


Hacemos un recorrido circular por la parte alta de la ciudad que nos lleva de nuevo hasta la puerta de Pile y buscamos como subir a la muralla porque vemos gente andando por ella. Encontramos el sitio para subir pero hay que pagar y son casi 30€ por subir los cuatro. Nos parece muy caro solo por dar un paseo por la muralla y desistimos.
Salimos ya de la ciudad y justo al lado del puente de acceso a la puerta de Pile hay un parque con columpios así que nos toca quedarnos un rato a que jueguen los pekes mientras nosotros nos sentamos en un banco e intentamos conjurar nuestros nervios hablando un rato.
En cualquier caso entramos y aparcamos porque hay sitio de sobra. Empezamos a buscar una bajada hacia el puerto y la zona del paseo marítimo y resulta que estamos mucho más cerca de lo creíamos. ¡Genial!
De todas formas, lo cierto es que en cuanto entramos por la puerta de la muralla hacia la plaza de Diocleciano, ya no parece que haya tanta gente y empezamos a disfrutar de nuestro paseo. Lo primero que hacemos, aparte de pasar por el obligatorio pasillo de tiendas de souvenirs situado estratégicamente, es subir al campanille. Para una vez que quieren subir los pekes hay que aprovechar.
Bajamos del campanille y vemos como en las gradas de la plaza hay cojines invitando a sentarse y en un lateral hay un bar desde donde te sirven tu cappuccino (o lo que quieras) directamente a la plaza. ¡Vaya lujo de terraza!
Nos fijamos en grupos de chavales que pasan frente a nosotros con una especie de bollitos que tienen muy buena pinta y los seguimos hasta dar con la pastelería y compramos un par de ellos para probarlos. Buscamos unos bancos y nos sentamos a comer para descansar un poco y recuperar fuerzas.
Mientras, Elena echa un vistazo a sus notas sobre Split y me comenta que hay una colina cercana desde la que hay una vista preciosa de la ciudad. Con el día que hace tiene que ser realmente bonito así que después de un rato de descanso y de echar un vistazo al mapa, nos ponemos en marcha hacia las escaleras de Marjan que es el nombre de la colina que domina Split desde el norte.
Tras un rato de buena subida, llegamos a un falso llano donde hay un pequeño zoo y un área recreativa con unas construcciones hechas con troncos y cadenas para que jueguen los pekes y también hay cerca monte con rocas para subir y bajar. Evidentemente aquí nos quedamos y mientras los pekes juegan un buen rato, Elena y yo nos buscamos un banco en el que pega el solecito y simplemente pasamos el rato dejándonos calentar por el sol de otoño que tanto se agradece.
Es domingo al mediodía y hay un montón de familias disfrutando del día en el parque. ¡En estas fechas en cuanto sale el sol, todos a la calle que no se sabe cuándo lo vamos a volver a ver!
Despues de dar otro pequeño paseo recorriendo el exterior de la muralla de la ciudad, volvemos a la autoca y llegamos hasta Stobrec, a pocos kilómetros de Split, donde está el camping Split en el que nos vamos a quedar hasta que mejore un poco el tiempo porque para mañana ya dan malo y con viento muy fuerte.
El entorno del camping es precioso y el propio camping está fenomenal y aunque nos sale un poco caro para nuestro presupuesto (25€/día), nos quedamos porque con el tiempo que viene preferimos estar unos días tranquilos.
Una de las tardes nos acercamos paseando hasta el centro del pueblo de Stobrec que quedaba bastante cerca y mientras los pekes aprovechaban para jugar un rato en un parque que encontramos, empezamos a ver que la gente se iba concentrando en una especie de altar que había cerca del parque y todos traían un farolillo rojo con una vela dentro. No sacamos fotos por respeto al sentimiento que se respiraba en el ambiente.
En menos de media hora se habían concentrado allí más de cien personas, incluso habían venido todos los niños de la escuela del pueblo. Nos quedamos un rato curioseando pero viendo que simplemente estaban allí y no pasaba nada, nos volvimos para el camping diciendo que ya le preguntaríamos a alguien por la celebración aunque realmente después se nos olvidó y ese día nos quedamos sin saber de qué se trataba (Posteriormente investigamos un poco en Internet y vimos que la fecha coincidía con la Masacre de Vukovar durante la guerra de los Balcanes e imaginamos que sería un recordatorio de aquel día)
Todos los días miramos la meteo para ver cuándo puede ser el mejor momento para salir. Los primeros días dan lluvia y vientos muy fuertes y después de la experiencia de Rijeka, no queremos saber nada con el viento. Por fin al cuarto día vemos que hay una ventana de buen tiempo y preparamos todo.
Aparcamos y le pregunto por la electricidad para enchufarnos y de primeras me comenta que ahora no hay, que eso solo es en verano. Le explico que si no podemos enchufarnos no tiene mucho sentido quedarnos en el parking y buscaremos aparcamiento fuera pero se lo piensa mejor y me hace una señal de que ya está resuelto y nos abre un pequeño ventanuco en la garita por el que meter el cable para estar enchufados. Todo tiene solución cuando hay voluntad... 
Encontramos un sitio donde tienen unos trozos de pizzas enormes con un aspecto estupendo por 10 Kn (1,5€ aprox) y Elena y yo nos cogemos uno cada uno y así vamos comidos a casa y menos que tenemos que fregar. Los pekes no quieren y prefieren las lentejas de su madre que hay que reconocer que están de muerte.
Seguimos el puerto hasta el final y a la vuelta de la muralla, ¡Encontramos un campo de futbol con sus porterías y todo!. Los pekes no se lo pueden creer y nos hacen prometer que a la tarde vendremos a jugar un rato aquí y no podemos negarnos porque el plan parece genial.
A la tarde, nos ponemos en marcha en seguida y nos metemos entre pecho y espalda una horita de futbol. Cada vez juegan mejor y nos lo pasamos genial aparte de hacer algo de deporte. Bueno, sobre todo yo porque Elena aprovecha para hacer fotos. Cuando ya nos hemos cansado suficiente, damos otra vuelta por el paseo marítimo disfrutando de un atardecer increíble que hoy además nos permite ver la luna saliendo sobre el horizonte por el otro lado. ¡Que chulada!
En cuanto se pone el sol, el paseo marítimo parece otro, alumbrado ahora por la luz de las farolas que le dan un aire muy melancólico y lo recorremos por última vez con la luna ya alta para meternos después por las calles de la ciudad a buscar un sitio acogedor para tomar algo y descansar un rato antes de volver a la autoca. ¡Que día tan genial!
Este parque nacional es un conjunto de lagos y cascadas a lo largo de unos cuantos kilómetros del cauce del rio Krka. Inicialmente no teníamos claro si lo íbamos a visitar pero como no pudimos ir a Plitvice por el tiempo, decidimos que Krka si lo íbamos a ver. La entrada al parque está a pocos kilómetros del Kamp y llegamos enseguida.

Que increíble es ir recorriendo todo el camino, tranquilamente sin nadie delante ni nadie detrás… Una pasada!!! Vamos parando en cada mirador y en cada sitio que nos llama la atención y disfrutamos de verdad del paseo.
En el área de picnic está también sentado un señor con un soplador de hojas que al rato se levanta y sigue el camino por la pasarela. ! Era el encargado de ir quitando las hojas de la pasarela (estamos en otoño) para que los visitantes puedan pasear tranquilos! Viendo esto decidimos quedarnos un rato más descansando para no adelantarle y dejarle trabajar tranquilo. ¡Y así además, así nos encontramos el camino limpito, oye!
Al rato seguimos con el paseo y llegamos hasta las cascadas más espectaculares, un conjunto de saltos grandes al que llaman Skradinski buk. Es una pasada y nos hartamos de sacar fotos. En verano además dejan bañarse al pie de las cascadas. En esta zona, además hay otra área de picnic con bares y terrazas aunque en estas fechas están cerradas. ¡Todo no se puede!
Seguimos nuestro paseo hasta que llegamos al otro lado del cauce del Krka y allí hay un montón de edificaciones simulando los oficios relacionados con el agua y como se usaba antiguamente su fuerza para mover diferentes mecanismos imposibles de mover por la fuerza del hombre. Hay molinos, herrerías, lavaderos …
Allí mismo encontramos un pequeño recinto con mesas y bancos, al lado de una enorme cascada donde nos podemos sentar a comer tranquilamente nuestros bocatas mientras la cascada nos acompaña salpicando la mesa de al lado. Un lujo.
Esta parte que hemos visto es solo una parte del parque y en verano se pueden contratar excursiones en barco por el rio que te permiten ver los pueblos y las islas que recorre su cauce. Ahora también se pueden visitar pero hay que ir por carretera y es bastante recorrido porque hay que subir hasta arriba y volver a bajar hasta cada punto de visita. Estamos satisfechos con lo que hemos visto y no nos apetece mucho meternos horas de conducir para ver cada sitio por tierra así que volvemos hacia el Kamp y decidimos ir a pasar la tarde al pueblo de Skradin, otra de las entradas del parque que además nos pilla bastante cerca.
Vimos Skradin por encima el día que llegamos al Kamp porque hay que pasar por allí pero no nos habíamos hecho la idea de cómo era en realidad.
Jugamos un rato a futbol en el parking donde hemos aparcado la autoca aprovechando las barreras de entrada como portería y cuando nos cansamos de pegar patadas al balón nos vamos a un parque de columpios que está cerca con tirolina incluida. Después nos dedicamos a pasear por la marina y las calles del pueblo hasta que acabamos subiendo hasta un antiguo torreón en ruinas que domina el pueblo y desde el que hay unas vistas esplendidas de todos los alrededores.
El sol está bajo ya cuando lo miramos desde el torreón y justo, justo nos da tiempo a bajar de nuevo al pueblo y tomarnos un cafecito en una terraza frente a la marina mientras se esconde lentamente frente a nosotros. ¡Qué día tan magnífico y que guinda tan especial para cerrarlo!
En esta epoca casi no hay gente y estamos como en casa con un ambiente muy familiar. Nuestros vecinos de autocaravana es una pareja alemana que hace sus vacaciones en marzo-abril y en octubre-noviembre. Nos cuentan que el año que viene van a ir a España con la autoca y nosotros les contamos nuestro proyecto de vuelta al mundo y alucinan un poco sobre todo por el tema de hacerlo con los pekes. 
Aparcamos en un parking en el puerto y el chico que está en la garita nos apunta la hora en un papel y nos lo da. Supongo que para calcular el importe para cuando salgamos.
En esta zona de Rijeka, el monte cae a pico sobre el mar y las carreteras, están prácticamente colgadas sobre el barranco. A mí me impresionan mucho y con la autocaravana, más. La carretera para llegar desde Rijeka a Krk es también de este tipo y cuando te toca circular por el carril exterior, da bastante cósica porque no hay demasiadas protecciones aunque mirando al resto de conductores, empiezo a pensar que debe ser cosa mía porque van a toda pastilla y no se les ve muy preocupados.
Llegamos al viaducto y lo pasamos camino del primer camping que teníamos en nuestra lista que resulta cerrado. Vamos hacia la segunda opción que era un Autocamp en Malinska, un pueblito de la parte norte de la isla. También está cerrado pero estamos ya cansados de dar vueltas y decidimos buscar un sitio para quedarnos sin entrar a camping y en el centro del pueblo encontramos un parking al lado de la marina que está fantástico y después de preguntar a unos chicos de una tienda cercana nos dicen que, si somos discretos, no hay problema en pasar la noche así que allí nos quedamos.
De momento el día aguanta aunque a lejos, vemos que se está montando una enorme tormenta sobre el mar y enseguida empezamos a ver los rayos en el horizonte así que nos damos la vuelta y acabamos en una de las dos cafeterías que estaban abiertas en el paseo marítimo. Hoy es domingo por la tarde y no se ve a un alma por la calle. Nos pasó lo mismo en Trieste al llegar el domingo anterior. Nos ha llamado la atención.
Llegamos a la cafetería, justo, justo porque enseguida se pone a llover a mares y después de terminar nuestro cappuccino, echamos un rato jugando con los pekes para esperar a que amaine un poco y llegar hasta la autoca sin empaparnos. Al cabo de un rato, aprovechamos un rato de calma y nos vamos a nuestra casita. Fuera sigue lloviendo bastante y nos espera una noche de mucho, mucho viento.
Al día siguiente decidimos quedarnos un día más en Malinksa porque el sitio nos ha gustado mucho. De momento, cuando voy a por el pan y me asomo al puerto, el temporal sacude fuerte en el exterior de la dársena y el Adriático enfadado tiene una pinta que asusta.
El mar está muy bravo en algunos puntos del paseo ha sacado rocas y arena hasta la carretera que discurre paralela. Un pino que a la mañana estaba vivito y coleando se ha partido por la fuerza del viento y está en medio del paseo cerrándonos el paso. Lo esquivamos y llegamos hasta un bar al borde del mar que tiene una especie de pasarela que se adentra unos metros en el agua. Ahora aparece completamente destrozada. Van a necesitar una buena reparación.
Los veleros fondeados en una pequeña marina que esta frente al bar, se inclinan ostensiblemente con las fuertes ráfagas que están soplando y eso que no tienen velas. El ruido y la fuerza del viento en esta parte son muy cañeras y decidimos volvernos que ya hemos recorrido un buen trozo. Según vamos volviendo a la autoca el viento se va notando menos y cuando llegamos prácticamente no se nota nada.
Esta mañana he movido la autoca a una zona del parking que no tiene arboles encima por si las moscas. El sitio es francamente resguardado y pasamos una noche muy tranquila. Mañana tenemos que ir sin falta para Rijeka a buscar lavandería que nos estamos quedando sin ropa.
Desayunamos y salimos de Malinska hacia Rijeka. Tenemos que repetir en dirección contraria el trayecto que hicimos el otro día para llegar hasta aquí y eso incluye atravesar el viaducto. Según vamos acercándonos, ya vemos que hoy hace viento de verdad pero no nos hacemos a la idea de cuánto hasta que giramos la última curva y enfilamos el primer tramo del viaducto.
Impresionante. Con el primer meneo se me pusieron de corbata y así hasta llegar a Rijeka. Joder, que meneos no metió. Creo que en mi vida he agarrado el volante con tanta fuerza. Entre el primer tramo del viaducto que es el más corto y el segundo, hay un pequeño trozo resguardado por un promontorio y juro que estuve tentado de aparcar, bajarme y seguir andando, pensando en el trozo que me esperaba todavía. Hasta Elena que iba al lado, se agarró a la puerta porque notaba como nos empujaba. No se cuánto sería el trayecto, seguramente serían solo 400 o 500 mts. pero fueron los más largos de mi vida.
Sin ninguna duda pasamos verdadero miedo y lo malo es que no se acababa ahí y la carretera para llegar a Rijeka nos obsequió con otros cuantos meneos cañeros de un viento que todavía nos tocaría sufrir durante un par de días. Sobre todo en un canal donde se cambiaba de sentido para enfilar hacia Rijeka y el viento se encañonaba como si fuera un pasillo y levantaba el agua del mar en unas nubes blancas que parecía una tormenta tropical. Buf, se me encoge el estómago solo de recordarlo. (Pensándolo ahora fríamente, igual era más la impresión que el peligro real porque los pekes iban atrás viendo una peli y no se enteraron de nada pero nosotros lo pasamos muy, muy mal).
Llegamos a Rijeka y después de algunas vueltas, conseguimos encontrar una lavandería en un centro comercial y allí aprovechamos las tres horas que iban a tardar nuestras dos coladas más sus respectivas secadas (Esto de la secadora ha sido un descubrimiento para nosotros) para hacer la compra en el hiper del centro comercial y comer algo con los pekes en plan Fast-Food.
Cuando pasamos el tramo malo, el viento baja un poco pero nos sigue pegando buenos meneos y cuando pasa un camión en sentido contrario a toda pastilla, ni te cuento. Al final son solo unos 50 Kms. pero voy tan tenso que cuando faltan unos 20 Kms. para llegar a Senj al pasar por un pueblo donde el viento se encañona también bastante, no puedo más y decido parar y buscar un sitio para dormir y mañana será otro día. !Estoy machacao y esto no tiene pinta de aflojar!
Como nos dice que sí, buscamos una esquina tranquila y allí nos quedamos pero al rato nos llaman a la puerta y un policía municipal nos dice muy amablemente que allí no podemos aparcar porque es solo para vehículos pequeños. Nos da la alternativa de un área que hay al lado pero es de pago y como no necesitamos enchufarnos, no queremos ir. También nos dice que otra posibilidad es un parking detrás del hotel Delfin a un kilómetro y nos explica cómo llegar. Un policía super-amable, la verdad.
Al día siguiente le toca clase a Elena y mientras aprovecho para conocer Izola. No tenemos pensado quedarnos pero con un par de horas libres por delante, me pego un paseo de punta a punta y descubro un pueblo precioso. Aunque el tiempo no acompaña, por lo menos no llueve y me deja hacer todo el recorrido. Es un gran placer poder disfrutar de estos paseos mañaneros sin prisa. En el pueblo hay mercado y empiezan a llegar autobuses de jubilados (o eso me parece a mí) que van recorriéndolo con su guía.
Busco un sitio para comprar el pan y recorro el camino de vuelta pasando de largo la autoca y siguiendo hasta el otro extremo del paseo marítimo. Francamente bonito. Seguramente, Izola se merece una visita más larga pero en este caso no puede ser y cuando los pekes acaban la clase y terminamos de comer, salimos hacia Pula, ya en Croacia, para llegar con luz que si no, es complicado encontrar los sitios.
Entro y busco a alguien pero no veo a nadie y después de una vuelta, decidimos que nos quedamos a dormir en la explanada delante del camping que no parece mal sitio. En ese momento sale un coche del camping, parece alguien de mantenimiento y le pregunto a ver si está abierto y me dice que sí, que vaya a buscar al encargado y me señala una casa con un coche aparcado en la puerta.
Allá que voy y después de acojonarme con el perrazo que guarda la entrada y de pegar cuatro gritos, aparece un hombre en la puerta y le pregunto si es posible pasar una noche en el camping. Me da a entender que para una noche, ni abre la caja pero que me abre la puerta y que pasemos y mañana temprano que salgamos antes de las nueve y no nos cobra nada así que metemos la autoca, nos enchufamos y pasamos otra noche fantástica a orillas del Adriático frente a un pequeño puerto pesquero.
Al día siguiente, salimos temprano, tal y como hemos quedado con el encargado y nos vamos a Pula en busca de una lavandería. Nuestra idea era hacer la colada en el camping pero tenía todos los servicios cerrados. La lavandería que hemos encontrado en Internet debe hacer años que cerró y no encontramos una alternativa así que aplazamos la colada hasta el siguiente camping o lavandería que encontremos. Todavía tenemos unos días de margen.
Aprovechamos el resto del día en Pula para hacer algo de turismo. Visitamos el anfiteatro romano donde los pekes, como de costumbre en cuanto ven cuatro piedras, se dedican a correr y saltar de piedra en piedra con el consiguiente susto de la encargada que está paseando por allí. Les hace un gesto como diciéndoles que se bajen. Yo creo que más por miedo a que se hagan daño ellos que por el daño que le puedan hacer al patrimonio histórico.
Se cortan de subirse a las piedras pero ahora se les ocurre usar nuestros paraguas para ser gladiadores peleando en el centro del circo. De todo se puede hacer un juego y ellos son especialistas en eso. Después de la batalla en la arena del circo y de jugar un rato al escondite entre las ruinas, salimos del anfiteatro y de vuelta a la autoca, encontramos un parque donde los pekes juegan un rato antes de irnos.
De camino hacia el camping, disfrutamos de un atardecer de colores espectaculares que, aunque no presagian buen tiempo, nos parece precioso. Después de sacar unas cuantas fotos, llegamos al parking que, efectivamente, resulta un sitio muy tranquilo para pasar la noche. Aparte de algún coche despistado pasando por la carretera cercana, ni un ruido.

Sigo con el paseo y me acerco a la entrada de las cuevas y veo que poco antes hay una especie de minizoo de las cuevas con bichos de los que viven dentro de las mismas incluido el Proteus Anginus (El que llaman el pez humano). Pienso que a los pekes les gustará y puede ser una especie de preámbulo interesante a la visita de las cuevas.
Se ve que no le hace mucha gracia que un turista pesado le haga trabajar el doble pero aun así me los cambia, preguntándome varias veces si estoy seguro porque no quiere volver a tener que hacer otros tickets nuevos. Hay que reconocer que en los carteles con los precios lo ponen bien clarito y yo podía haberlo mirado antes.
A la tarde después de terminar con el repaso nos acercamos los cuatro al complejo para que los pekes y Elena puedan verlo. Nos encontramos con la gente que sale de la visita de las 15:00 pero al poco rato se van yendo y nos quedamos solos en el sitio más visitado de Eslovenia. La sensación es alucinante. Los pekes se pegan unas carreras como ya es habitual y llegamos hasta la entrada por la que mañana comenzaremos nuestro paseo al corazón de la tierra.
Aprovechamos la única cafetería que queda abierta para tomar un cappuccino y al rato nos volvemos para la autoca. Como todavía es de día, juego un rato al futbol con los pekes en el área de autocas (Como estamos solos, hay sitio de sobra) y después para adentro que empieza a refrescar.
Efectivamente aparece al rato y le pregunto si es posible dejar la autoca en el área pagando solo un día y sacarla cuando acabemos la visita para no tener que moverla al parking. No me pone ninguna pega, le dejo el día pagado y quedamos en que le llame por el telefonillo cuando vayamos a salir y él abre la barrera. Un tío muy majo.



El recorrido de vuelta en el tren es muy parecido por que las vías discurren la mayor parte del camino paralelas a las de ida.
Una casa-castillo construida directamente sobre la roca viva de una pared colgando sobre el precipicio. La visita es mucho más rápida aunque para los pekes es más divertida porque pueden salsear por las dependencias del castillo, jugando e imaginando sus fantasías de caballeros, mazmorras, pasadizos secretos y todo lo que se les ocurre.
El sol está ya muy bajo y no pega directamente sobre el castillo y es una pena porque con el sol pegando de frente la vista tiene que ser preciosa. Todo no se puede.
En Trieste no tenemos muy claro donde nos vamos a quedar a dormir porque las opciones que hemos encontrado en Internet no nos inspiran demasiada confianza. Probamos con la primera de ellas y el GPS nos mete por unas callejuelas por donde la autoca pasa justo, justo. Nos parece imposible que para llegar a un área destinada a las autocaravanas haya que pasar por calles así, pero después de un rato de conducir con un par de bultos extras en la garganta y rezando para no encontrarme con ningún coche mal aparcado, llegamos al área que efectivamente ahí está. Eso sí, cerradita con una barrera y con un cartel donde pone un teléfono para llamar y solicitar un código. No vemos clara la entrada ni la salida, así que decidimos ir a por la segunda opción, pasando de nuevo un rato de conducción temeraria rozando balcones.
Mientras vamos en busca de la segunda opción, pasamos frente al cementerio de Santa Ana y vemos en una de sus calles laterales, varias autocas aparcadas. Después de lo que hemos visto, nos parece un buen sitio y no nos lo pensamos más. Giramos y aparcamos.
Nos pertrechamos para la lluvia aunque en ese momento no llueve y damos un paseo por los alrededores. Estamos bastante cerca de los estadios de futbol y baloncesto de la ciudad y pillamos la salida del partido (Es domingo por la tarde). No debía ser muy importante porque no sale mucha gente.
A la mañana siguiente, después de desayunar, hacemos la mudanza que realmente es poco trayecto (menos de un Km.) y ya tranquilamente en el parking del Lidl, los pekes hacen la clase de hoy con Elena y yo aprovecho para entrar a hacer la compra.
A la tarde solo chispea así que decidimos coger el autobús y llegarnos al centro de Trieste para conocerlo. Ayer ya vimos que la que nos interesa es la línea 10 que se coge a pocos metros del parking. Nos montamos y cuando voy a pagar los billetes, la conductora me dice que ella no los vende y que hay que comprarlos en un Tabachi (El estanco Italiano que ya conocíamos de Venecia). No tenemos ninguno cerca así que le ponemos ojitos y nos deja pasar sin billete. Lo primero que hacemos al llegar al centro es buscar uno y comprar los billetes de vuelta por si acaso.
Pasamos un rato agradable jugando a los juegos de mesa que solemos llevar en la mochila y cuando nos cansamos, salimos en busca de la parada para volver hasta nuestra casita. Después de preguntar, la encontramos sin problemas y en 15 minutos estamos allí y seguimos con nuestras rutinas de las tardes: repaso, juego, cena y a dormir.
Con esta perspectiva pensamos en irnos hoy hacia Eslovenia pero a lo largo de la mañana el cielo se va aclarando y a mediodía se ha quedado un día genial así que tiramos de plan B y nos vamos con la autoca a conocer el castillo de Miramare que tiene muy buena pinta. Llegamos al parking que teníamos señalado y el chico que guarda la entrada nos dice que son 10€ por 3 horas y que si no, la opción es aparcar un poco más atrás (a 200 mts.) y que allí es gratis.
Lógicamente optamos por la segunda opción y cuando vamos desde nuestro aparcamiento hacia la entrada del castillo nos cruzamos con una autoca con matrícula española (la primera que vemos en todo el viaje desde que entramos a Francia) y me acerco a saludarles pero resulta que son una pareja de ingleses que han alquilado la autoca en Madrid y están recorriendo Europa. Charlamos un rato y les cuento nuestro proyecto y nos dan muchos ánimos y unos cuantos consejos para Croacia porque ellos vienen de allí. Aprovecho para desempolvar un poco el inglés que lo vamos a necesitar a partir de ahora bastante más.
Volvemos a la autoca y hacemos el trayecto de vuelta por el Viale Miramare buscando un aparcamiento donde a la vuelta hemos visto unas cuantas autocas y que nos parecía perfecto para pasar la noche. Lo encontramos y tenemos además la suerte de que está al borde del mar, frente a una marina llena de veleros y justo al lado del paseo marítimo que recorre toda esta parte de la costa incluyendo varios parques para los peques. Todo un lujo para nuestro hotelito de 5 estrellas.

















